Las estrellas mas brillantes y sus poemas

Publicaré aquí los poemas, relatos, pinturas, manualidades, fotos, todo lo que me vayan dejando los amigos de mi "Mirada Sencilla".

Tengo entre mis seguidor@s, auténticos poetas, creativos, novelistas, artesanos, pintores, jardineros, cocineros, especialistas en plantas y todos con un noble corazón y mucha mucha sensibilidad en el alma.

Gracias amigos por sus poemas, sus fotos y en general por cualquiera, de sus muchos detalles de amistad.

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miércoles, 13 de julio de 2011

Capitanes y sirenas.... dos relatos de Antiqva.



PRIMER RELATO


AHMOSIS EN LA TIERRA DEL HORIZONTE

El Capitán de los Arqueros Reales Ahmosis, hijo de Ibana, Justo de Voz, dice: Ibana, mi padre, era arquero del rey, y Ahmosis, cuando era todavía joven, fue enrolado en los arqueros reales. A las órdenes de mi Señor participé en las expediciones que se realizaron para liberar el Bajo Egipto de la amenaza de los asiáticos. Ahmosis supo actuar con valentía y sus hazañas corrieron de boca en boca en el Doble País. En esas campañas Ahmosis consiguió las manos de siete enemigos y cuando los asiáticos fueron aniquilados, nuestro Señor, alegre por la valentía de Ahmosis, le concedió el “Oro del Valor” y ordenó que fuese nombrado capitán de su cuerpo de arqueros.

Fue entonces cuando nuestro rey, que alababa la valentía de Ahmosis, le hizo llamar a la Gran Mansión. Me dijo: “Te ordeno que siguiendo la ruta de Elefantina viajes a la tierra de Yam, para abrir la ruta a ese país. Es mi deseo que saludes al rey de Yam y que viajes luego a la tierra de los Habitantes del Horizonte, de donde debes traer una Mujer Belluda y un Hombre-Niño que quiero entregar a mi hijo para que sea feliz contemplándolos. Cumple mis deseos, Ahmosis, y viaja a esas tierras lejanas que están situada al sur, más allá del Alto Egipto.”

Cumpliendo esa orden Ahmosis, al mando de cien arqueros y cien soldados de la caballería real, se alejó de Tebas camino de la tierra de Yam. Tardamos más de siete meses en culminar nuestro viaje, en el que fuimos siguiendo la ruta de los Oasis. Cuando llegamos a Yam supimos que su rey había sido asesinado en una excursión de los Hombres de las Arenas. Viendo que los hombres de Yam estaban llorando por su desgracia Ahmosis, tras saludar al príncipe, salió a la búsqueda de esos criminales que habían ofendido a los dioses de Egipto atacando a un pueblo que nuestro rey consideraba amigo.

Hacía once días que buscábamos a los criminales cuando aquellos hombres sin ley, nos atacaron. Ahmosis ordenó entonces que los arqueros formaran un círculo y la caballería fue colocada en su interior. Pronto, la nube de flechas hizo que desapareciera la luz del sol y los Hombres de las Arenas fueron aniquilados. Cuando los últimos de ellos, inundados por el terror, se ponían en fuga, ordené que se abrieran las líneas de los arqueros y que la caballería saliera en su persecución. Aquel día murieron todos los Hombres de las Arenas. Cortamos todas sus manos, que sumaron un total de trescientas sesenta manos. Capturamos luego a sus ancianos, mujeres y niños. Cuando iniciamos el retorno a Yam llevábamos cincuenta esclavas. Todos los ancianos, los niños y las restantes mujeres de aquel pueblo malvado habían sido abandonados a los chacales.



Fue así como Ahmosis alcanzó su gran victoria sobre los Hombres de las Arenas, que causaban temor en la tierra de Yam y que fueron exterminados por los soldados del rey de Egipto. Entonces, Ahmosis deseó tomar a una de las esclavas que habíamos apresado. Su nombre bárbaro era Gilukhipa pero todos la conocían como la Mujer de los Ojos Ardientes. Ella era la más bella de todas aquellas mujeres. Desde entonces, Gilukhipa, con sus pechos, calentó el cuerpo y el corazón de Ahmosis, que se sintió feliz.

Todo el oro y la plata que habíamos arrebatado a los Hombres de las Arenas y las manos de los vencidos ordené que fueran entregadas al príncipe de Yam, como un gesto amistoso de nuestro rey. Él nos mostró su agradecimiento y ordenó que sus hombres nos ayudaran a capturar aquellos seres especiales con los que el faraón nos había ordenado regresar a Egipto.

Guiados por los hombres de Yam iniciamos el viaje a la tierra de los Habitantes del Horizonte, atravesando lugares en los que ningún hombre egipcio había puesto sus pies… Y llegados a la tierra de los Habitantes del Horizonte, los hombres de Yam nos ayudaron a capturar una de las mujeres belludas. Pronto avistamos, entre los árboles, a un grupo de ellas, pero cuando nos acercamos pudimos comprobar que eran unas mujeres feroces, de terrible apariencia y que estaban dotadas de poderosos colmillos. Gracias a los venenos de las flechas de los hombres de Yam pudimos adormecer a una de ellas que pronto envolvimos en una red de cuerdas. El jefe de los hombres de Yam me dijo que aquella terrible mujer se llamaba, en su lengua, “Gorila”.

No encontramos allí ningún Hombre-Niño pero en el palacio de Yam tenían varios esclavos y el príncipe nos entregó uno de ellos, que se llamaba, según nos dijo “Pigmeo”.

Y fue así como Ahmosis se despidió del principe de Yam e inició el regreso a la Tierra Negra. Volvimos de la tierra de Yam con “Gorila”, “Pigmeo”, las cincuenta esclavas y más de trescientos burros cargados de incienso, ébano, aceites, pieles de pantera, colmillos de elefante y palos arrojadizos, así como todo tipo de bienes y presentes con los que el príncipe, agradecido por haber exterminado a los Hombres de las Arenas, quería mostrar su agradecimiento a nuestro rey. Para entonces, Gilukhipa había conquistado el amor de Ahmosis, que se sentía feliz.

SEGUNDO RELATO

Anoche, la señorita C. me dijo que alguien le había contado que en uno de los bares del puerto habían visto a una sirena que estaba saboreando un helado de turrón.
-En otros tiempos –le dije-, las sirenas se comían a los hombres.
El mundo, sin duda –pensé-, ha perdido algo de magia.